El verbo «Querer» debería de expandirse, a lo grande y sin más adornos. Deberíamos de ser naturales a la hora de expresarlo sin connotaciones ni positivas ni negativas. No dejarnos limitar por situaciones u opiniones externas. Es dejarlo ser. Sin más.
Son varios los autores que ponen el afecto en la base de todo el desarrollo del cerebro del niño. El afecto es lo primero que damos y nos sale de manera instintiva en cuento nace un bebé o cuándo estamos junto a alguno. Existen situaciones en las que el ambiente familiar -por parte de sus figuras materna y/o paterna- se ha generado de cierta manera en la que no se le ha estimulado positivamente ni se le ha dado el afecto constante que necesita. Esto puede hacer que su cerebro no se plenamente y que comience a generar sustancias relacionadas con la alerta y supervivencia que lo activen en su cerebro.
Recién nacidos, los vemos indefensos y los protegemos dándoles cantidad de amor y afecto. Se lo expresamos de manera constante y muy continuada. Manifestar el amor nunca es suficiente puesto que demostrar el amor es una manera sana que nos permite desarrollarnos, creciendo en respeto y sintiendo que importamos a otras personas. Los afectos nos permite sentir que somos arropados y protegidos por la persona que nos alimenta, nos cuida y nos educa. Es una entrega desde la mayor autenticidad y generosidad posible.
Observo que, conforme van creciendo la base de afecto que el adulto le da a los niños y adolescentes es cada vez menor. El afecto da cercanía, confianza y pertenencia. La forma de seguir reproduciendo ciertas herramientas educativas nos alejan de tener presente al amor independientemente del comportamiento del niño o la niña. Ha existido una creencia (o sigue existiendo) de pensar que cada vez que un niño no hace bien algo o no nos hace caso, nos alejamos de él enfadándonos y mostrándonos herméticos porque no ha seguido nuestras indicaciones tal y como le decíamos. En situaciones en las que está en rabieta o ha tenido un mal comportamiento, también debemos de mostrarles nuestro amor. Son situaciones en las que más nos necesitan. Ayúdale a tomar buenas decisiones y dale tu apoyo, no le dejes de lado ni le niegues tu amor y afecto en casos en los que más (los) te necesita.
A ciertas edades no saben nombrar las emociones que están sintiendo. No entienden qué sucede en su cabeza ni en su cuerpo. Por eso, nos necesitan cerca para sentir que están en calma y que le protegemos y queremos aunque ellos mismos sientas emociones más desagradables. Un ejemplo, siguiendo con la Disciplina Positiva, sería: «Te quiero mucho y siempre estaré aquí. Cuándo creas que estás preparado para seguir respetándome, búscame y hablamos». Le estás enseñando a regular sus emociones y a tratar con cariño y respeto.
Dentro de esta base de desarrollo afectivo, se encuentran las habilidades que el adulto debe de disponer para transmitírselas al pequeño. Entre ellas encontramos: una buena autorregulación, una integración de emociones y unas habilidades de resiliencia. Todo esto, contribuye a generar una confianza hacia vuestra relación para que se sientan bien en vuestro hogar. Dónde puede sentir que ante cualquier circunstancia estará en un entorno seguro que pondrá contar con los adultos y estos le protegerán.

Las personas estamos llenas de amor incondicional. No se nos gasta. Es ilimitado. Y nunca entenderé por qué conforme vamos creciendo lo demostramos menos. Creo que ese aislamiento de la comunidad ha tenido mucho que ver. Con esto me refiero a que cada vez estamos menos conectados entre nosotros. Vamos con un ritmo más individualizado que nos impide dar de manera desinteresada. Por que amar es entregar de manera desapegada. Solo dando de esta manera, le estamos ayudando a que interiorice modelos de relaciones en positivo desde el buen trato.
Adulta, si le demuestras lo que es querer bonito y de manera sana, le estás protegiendo y enseñando lo que es el amor sano. Esta es una manera de prevenir que cuándo tú niño de ahora sea el adolescente del futuro, busque en las personas ajenas ese amor que no tuvo de pequeño. Hoy estás sembrando en él la no búsqueda de la dependencia emocional en el otro, porque ya sabrá dar(se) amor.
Ábrele las puertas de tu corazón para que encuentre la manera de llenar su autoestima y su amor propio. Evitemos ahora que la infancia y adolescencia de hoy, busque en el futuro la manera de aprender a querer sano y a quererse bonito. Transmitamos desde pequeños la forma bonita y respetuosa de quererse. Querer bonito es enseñarle a amar mientras lo educas. El amor es. Existe en toda su plenitud independientemente del comportamiento de la persona. El amor se entrega a la persona por quién es y cómo te hace sentir.
Las experiencias que vivan tus hijos contigo las recordaran siempre. Los adultos nos podemos dejar llevar por situaciones de prisa o de estrés. Un niño necesita aprender y hacer en un ritmo más pausado. Así le estás ayudando a favorecer su ajuste emocional e integración afectiva de la experiencia. Querer bien es querer profundamente y con entrega desde todo tu ser para el otro.
Para terminar, te quiero compartir una situación en mi ámbito profesional. He conocido situaciones personales de familias en riesgo de exclusión social en los que los niños y las niñas presentaban bastantes carencias emocionales. Y es ahí, cuándo yo sentí que me había convertido en esa figura de apego y seguridad que necesitaban. Buscaban abrazos, palabras de aliento y cariño. Yo se las daban. Porque lo sentí y porque escuchaba sus necesidades emocionales. El camino de la exclusión social se puede hacer más llevadero si mostramos cercanía y amor por las personas y por la profesión.
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